domingo, 13 de mayo de 2018

Una indecencia histórica


Después de arduos debates el Gobierno presidido por José Luis Rodríguez Zapatero consiguió la aprobación parlamentaria de la denominada Ley de la Memoria Histórica.
También podía haber bailado una polka y el resultado legislativo hubiera sido exactamente el mismo: cero patatero.
Acosado  por la derecha más rancia (los poderes fácticos) nunca encontró entre los compañeros  de su partido el calor y el amparo necesario.
Sus carencias en el ámbito económico le invitaron a dejar las cuestiones importantes en manos de un neoliberal como Pedro Solbes. Las intervenciones del Presidente estuvieron marcadas por sus ansias de agradar y propició  una bajada de impuestos durante la gestación de la crisis. Más adelante puso la guinda con el cheque bebé.
Esta medida  le hizo gracia a la revista satírica El Jueves que le dedicó una portada. Un magistrado ultra defensor de la esencia monárquica no la entendió bien  y secuestró la publicación por considerar que ridiculizaba el arduo trabajo de ser aspirante a rey.
Alguien debería haber explicado al Juez secuestrador la necesidad que tienen los monarcas de copular hasta engendrar, pues una vez asegurada la descendencia la monarquía reafirma su permanencia en el momio. Siempre y cuando el hastío de la población no promueva que sean expulsados de sus predios.
En España echamos a Alfonso XIII pero los Borbones buscaron una solución y  encontraron a un general sin escrúpulos que ejerció de verdugo.  Tras limpiar el panorama de disidentes - sin que importaran mucho las víctimas - el militar restituyó en la Jefatura del Estado al elegido de la dinastía.
Antes nos obsequió con cuarenta años de salvaje represión y como colofón regaló el trono al nieto del monarca expulsado. Así de fácil se cierra el círculo de la simbiosis que existe entre la monarquía española y las dictaduras criminales.
Deshacer injusticias sociales era una de las aspiraciones legislativas de Zapatero. Con esa finalidad impulsó la ley de matrimonio entre personas del mismo sexo y la conocida como Ley de la memoria histórica. Fueron ambiciosos proyectos llevados a cabo con distintos resultados.
La Ley de matrimonio hizo estallar las calles bajo la consigna defensora de la familia tradicional. Las organizaciones ultra católicas movilizaron a sus seguidores usando la amenaza del diablo socialista y desde los pulpitos la Conferencia Episcopal  inflamó los ánimos. Naturalmente el PP se apuntó a la fiesta para conseguir un puñado de votos entre los beatos.
Para entendernos, unos integristas religiosos no admitían que las personas pudieran organizar su vida en torno a sus derechos civiles.
Otros tipos atrapados en sus sotanas y sin nada de responsabilidad ni experiencia familiar argumentaban en contra de las familias nacidas del amor entre las personas.
Eso lo hacian después de proteger y ayudar a los miles de pederastas que merodeaban y todavía pululan por sus parroquias, diócesis, arzobispados y cabildos.
Invitados a la verbena los políticos del PP  recurrieron y lucharon contra la disposición legislativa hasta que se dieron cuenta del avance que representaba. A partir de entonces la utilizan y se casan.
En cuanto a la Ley de la Memoria Histórica sus consecuencias quedaron muy lejos de  sus pretensiones  y aún más alejadas de los deseos de llevar a cabo un desagravio digno de las víctimas del franquismo.
La envidiada sociedad alemana nos ha obsequiado con una ilustrativa muestra al juzgar y condenar a la señora Ursula Haverbeck. Ya ha ingresado en prisión para cumplir 2 años de condena por el delito de negación del Holocausto.
Sin embargo en la patriótica España la apología de los crímenes franquistas sigue siendo premiada en forma de subvenciones a la infame fundación Francisco Franco. Mientras continúan manteniéndose los títulos de nobleza con Grandeza de España para los herederos del dictador. Los títulos nobiliarios los otorga y retira el monarca. En 1975 Juan Carlos I se lo concedió a Carmen Franco y en 2018 Felipe VI lo mantiene para sus herederos.
Encontramos muchos ejemplos significativos de la anacrónica situación en España. El policía acusado de torturas González Pacheco (Billy el niño) percibe un añadido del 15% de su pensión por tener una condecoración gratificada. La distinción le fue concedida en plena catarsis hacia la democracia por el entonces Ministro de Gobernación Rodolfo Martín Villa. Hoy en lugar de reprobación le mantenemos el premio concedido por su salvajismo.
Desde Argentina la jueza María Servini nos regala una lección de decencia jurídica imputando al ex ministro afín al “Glorioso Movimiento Nacional” por crímenes de lesa humanidad. En España Rodolfo es agasajado como un padre de la Patria.
La Ley de la Memoria Histórica necesita ajustar algunos parámetros para ser de verdad una ley:
En primer lugar derogar las leyes que se oponen a ella. Entre otras la chapucera Ley  de amnistía política o “Ley de punto final” diseñada para absolver los crímenes del régimen del 36. Con esta medida se hubieran podido juzgar los delitos perpetrados durante la dictadura y a los criminales que los cometieron. Tal como se hizo en Alemania, Italia, Bulgaria, Japón y más recientemente en Argentina y Chile.
Modificar el código Penal para incluir los delitos de exaltación de golpistas y sus apologías. Equiparar las penas  que se imponen en Alemania por el menosprecio del Holocausto nazi y las que corresponderían por la negación de los horrores  cometidos durante el régimen de Franco.
Por último establecer los plazos para el cumplimiento inexcusable de la ley y las penas por sus infracciones.
Es inadmisible que en los ayuntamientos se debata como desobedecer la ley para mantener los honores a los asesinos.
Aunque aún son más intolerables los silencios de jueces y fiscales cuando la desobediencia se produce.

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