domingo, 1 de abril de 2018

Fervorosos Ministros


Los años anteriores fuimos deleitados con una visión retro: en un  inequívoco acto de sentir patriótico vimos el fervor con el que se puede portar  la mantilla. Eran los primeros actos de la entonces Presidenta de Castilla la Mancha. Hoy en rabiosa actualidad política, tras la pose en piadosa compostura  llega  “soy el novio de la muerte en versión ministerial hortera”.
Habíamos conseguido que la “santa” semana no nos afectara en demasía. Aunque a nuestro pesar el descanso laboral sigue coincidiendo con festividades religiosas, las ceremonias místicas estaban en un segundo plano.
Durante estas fechas ya no nos quejamos mucho porque, mal que bien, habíamos conseguido  un leve simulacro de sociedad que parecía independiente de los designios de la curia eclesiástica. Los cines y espectáculos habían dejado de estar vedados durante la “pasión”. En las cadenas de radio y Tv la música sacra parecía haber perdido la exclusividad.
Ahora bien, aquellos miembros del gabinete que le deben su cargo, puesto y rango a su fervor religioso deben hacer alarde de su misticismo en cuanto tienen la menor ocasión. De no hacerlo así la “Obra” se lo demandará en forma de abandono y perdida de protección.
Con estas premisas hemos visto a doña finiquito en diferido convertirse en “un novio de la muerte”. Otro intérprete del cuarteto musical ha sido el reprobado ministro de justicia. Rafa parece empeñado en hacer bueno a su inepto  antecesor. Según reputados profesionales del sector judicial y numerosos catedráticos de derecho, Alberto Ruiz Gallardón ha sido el peor ministro de justicia desde los tiempos de Chindasvinto.
 No podían faltar los “mariachis” de Interior y Cultura colocados en el ejecutivo por mor de su absoluta incapacidad y extrema devoción a los principios fundamentales del movimiento nacional – ideología política que abrazan con celo.
Naturalmente los aludidos alegarán que tienen perfecto derecho a vivir sus creencias de la manera que mejor crean y tienen razón. Nadie tiene derecho a cuestionar la vida interior de nadie, sin embargo ello no es óbice para que a los sufridos contribuyentes se les ocurra pensar que son dilapidados medios del Ministerio de Defensa para que cuatro ministros puedan hacer marciales gorgoritos, inflamando sus almas al compás del ritmo legionario.
Entre los tenores se encontraba la soprano titular de defensa.  Previamente a su coral miliciana la devota cofrade había cursado una orden que nos devuelve a los tiempos más oscuros del nacional catolicismo. Banderas a media asta en buques, bases y acuartelamientos en muestra de duelo por la conmemoración de un pasaje de la religión cristiana.
La orden ministerial acarrea una serie de irregularidades que únicamente son soportadas por la peculiar falta de sentido crítico que adorna a los habitantes de la piel de toro.
El vigente reglamento de honores militares marca claramente las ocasiones y circunstancias que motivan la colocación a media asta de la enseña nacional. Entre ellos no figura la muerte en la cruz de ningún personaje bíblico. Mal que les pese a los ministros del gobierno del PP pertenecientes o simpatizantes del OPUS.
En las fuerzas armadas españolas hace mucho tiempo que coexisten diferentes creencias e incluso la falta de creencias.
Ya resulta anacrónica la existencia de capellanes castrenses, al igual que resultan chocantes las capillas católicas en cuarteles, hospitales, buques, universidades, pero que desde el propio ministerio- que debería cumplir y hacer cumplir la Constitución -se dicten directivas que incumplen clamorosamente la aconfesionalidad del Estado, es una muestra más del  escaso respeto que profesan tanto a las leyes como a los ciudadanos.
El defensor del Pueblo coincide en declarar que la medida tiene un marcado carácter religioso por mucho que la Ministra de Defensa se empeñe en querer encontrar explicaciones a su iniciativa escudándose en las tan manidas tradiciones patrias.
La única tradición que defiende la Ministra “Mis Albacete” (así se refiere a ella Esperanza Aguirre) es la de la permanencia de los privilegios de clase.
Para  esos menesteres siempre encuentran a la curia católica alineada en primera fila, y así unos y otros (ministros, políticos y religiosos) en intima comunión  favorecen a los  devotos defensores de sus respectivos  momios. 

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