martes, 31 de octubre de 2017

Homeopatía territorial

Es posible que nadie tenga la receta idónea para cocinar el encaje territorial que nos acerque a un acuerdo satisfactorio. Es más, los ingredientes que ahora se están utilizando  no parece que busquen una salida sino que, todos los actores del conflicto, pretenden alcanzar una victoria sobre el oponente en lugar de una solución.
En estas circunstancias los errores que se cometen no son producto de la casualidad, al igual que tampoco se deben al azar los aciertos. Ambas circunstancias se dan tras concienzudos análisis y después de que los  responsables determinen la opción que consideran mejor.
Al presidente Rajoy le pueden ser atribuidas varias docenas de carencias; no está la diligencia entre sus virtudes, la indolencia con la que afronta los problemas llega a ser exasperante mientras oculta tras una nube de pasividad su inacción. Él lo atribuye a la prudencia aunque  podríamos dejarlo en simple vagancia. Si a todo lo anterior añadimos sus lapsus orales corremos el riesgo de caer en la tentación de menospreciar sus capacidades.
Sin embargo la estupidez no es algo que debamos atribuirle alegremente. Cometeríamos un grave error si creyéramos que su comportamiento puede ser imputado a falta de recursos, más bien es producto de exceso de soberbia. En el caso catalán, la impresión general ha sido y sigue siendo de absoluta desesperación ante la laxitud en el comportamiento del inquilino de la Moncloa. Ahora bien, esa pose laxa no es consecuencia de la estulticia, sino de una estudiada perversidad condimentada con grandes dosis de molicie.
Las carencias políticas que acompañan a Mariano Rajoy han vuelto a quedar al descubierto. Resulta un personaje de siglos pasados, uno de esos protagonistas de cuentos infantiles que pacientemente esperan que el  aburrimiento haga claudicar a sus rivales. Él permanece en sus aposentos dedicado a las tareas que le son gratas; no hacer nada, o como mal menor hacer poco.
En esta ocasión los sucesos le han forzado a aparecer en escena. Cuando estaba a punto de padecer una tortícolis irreversible -a fuerza de mirar para otro lado durante casi doce años esperando que amainara el temporal- se ha encontrado con una situación que le obliga a dejar de hacerse el despistado. 
Fiel a su personalidad enrevesada ha vuelto a desorientar a la población. Al igual que cuando hace ejercicio no se sabe bien si camina rápido o corre muy despacio, en la toma de decisiones políticas no se acaba de saber si realiza un ejercicio moderado  del poder o por el contrario se esconde tras el poder judicial ejerciendo de aliado. 
Ha esperado a que los dictámenes de los tribunales acorralaran al Govern de Cataluña para asestar el golpe de gracia al estado de las autonomías.
La verdad es que el nacionalcatolicismo hispánico llevaba mucho tiempo esperando una oportunidad de este tipo para recomponer una situación en la que nunca se ha sentido cómodo. Para diluir la demanda nacionalista que exigía dosis elevadas de descentralización del poder, dieron con la tecla de articular una red de autonomías - incluso ciudades autónomas – que acabaron por desvirtuar la reivindicación de las comunidades que históricamente reclamaban.
En una especie de homeopatía sin sentido, se disolvió el principio activo del autogobierno de vascos, catalanes y gallegos. En la disolución constitucional del 78 se fueron añadiendo - como disolventes - ingentes cantidades de producto autonómico que nadie había llamado a escena.
Para diluir a los periféricos discrepantes nacieron Autonomías de primera, de segunda e incluso de tercera. Se exacerbó el sentimiento regional - local para aglutinar pasiones de igualdad de derechos con los primigenios demandantes de autogobierno. Se recurrió al devenir histórico para resaltar los agravios comparativos.
En definitiva, el Estado de las Autonomías no fue el resultado de un proceso conciliador que tratara de descentralizar un poder concentrado en la capital del reino para buscar un eficaz sistema de gestión más cercano a los ciudadanos.
El Estado de las Autonomías fue la respuesta rápida que encontraron los constituyentes para disipar el derecho de reparación que esgrimían desde Cataluña, Euskadi y Galicia tras cuarenta años de sometimiento a la dictadura franquista.
Acabaron con un “café para todos” que quedó en una especie de brebaje aguado con mucho “trágala”, poco parecido al café y ni siquiera igual para todos.
En la actualidad estamos asistiendo al final de este viaje y el elemento catalizador ha sido la aspiración catalana de alcanzar mayores cotas de autogobierno. Los partidarios de la España “Una, Grande y Libre” han encontrado la excusa para revertir la situación: ¡España se rompe!
Resulta paradójico que aquellos que pretenden disfrutar de altos grados de soberanía hayan sido los que vayan a abocar al resto del país a una recentralización únicamente deseada por nostálgicos del yugo y las flechas. 

Rajoy y Rivera nunca se lo agradecerán lo suficiente a Puigdemont y compañía.

viernes, 13 de octubre de 2017

La declaración

En una ocasión una buena amiga me contó una anécdota que había vivido en primera persona. Los acontecimientos del relato tienen lugar en el verano de 1973, con el dictador dando sus últimos coletazos desde el Pardo y el Régimen preparándose para resistir las olas de libertad que comenzaban a expresarse.
A través de una organización religiosa se estaban llevando a cabo unos intercambios estudiantiles con colegios de otros países, en este caso el destino de niños de varios países de Europa era Estados Unidos. Es fácil deducir que el espectro socio económico de las familias de los niños y niñas participantes en el intercambio  era medio alto, en realidad era más alto que medio.
Llegados los estudiantes al aeropuerto de Nueva York el responsable de la expedición tenía que repartir a los alumnos en grupos según su procedencia, con la finalidad de establecer los lugares y familias de destino. Para ello necesitaba agruparlos por idioma materno y países de procedencia. Así que fue pidiendo en voz alta… Los franceses aquí, los alemanes a mi izquierda, los españoles a mi derecha. Cuando hubo acabado vio un grupo que no estaba unido a ninguna de las opciones.
El tutor se dirigió a ellos y les dijo, “vosotros os he dicho que los españoles a mi derecha” ellos contestaron “no somos españoles, somos catalanes”. 
El hombre se quedó un tanto perplejo ante la respuesta, no olvidemos que era la época en la que se gritaba ¡España! ¡UNA! ¡España! ¡GRANDE! ¡España! ¡LIBRE! Acabando con un ¡VIVA FRANCO! y ¡ARRIBA ESPAÑA! Decidió buscar una salida airosa y dijo “está bien, entonces los que viajan con pasaporte de España a mi derecha” el grupo se encaminó a unirse con el resto de españoles.
En su comparecencia ante el Congreso de Cataluña, Carles Puigdemont intentó revestir de solemnidad el acto que iba a llevar a cabo. El comienzo  fue retrasado por necesidad de consensuar la declaración del President. La CUP se resistía a aceptar que no se produjera la tan esperada declaración de independencia de la República Catalana. Mientras tanto los socios del Govern buscaban una salida elegante al embrollo en el que se encontraban.
La expectación en la calle era máxima, se pasaba de la euforia a la decepción. En los primeros instantes; en los momentos en los que Puigdemont se refirió a los resultados de la votación del 1 de Octubre y a las consecuencias que de ella se derivaban según la ley de referéndum aprobada por la Cámara de Diputados  Catalana, se descorchó cava y la estelada ondeaba orgullosa. Al suspender la entrada en vigor vuelta a colocar los corchos y a enrollar las  banderas.
A todo esto se llega haciendo equilibrios legales para incumplir unas disposiciones legales emanadas del mismo Parlamento Catalán. Entre las transgresiones está  la ausencia de organismo validador que certifique y haga públicos los resultados. La inexistencia de la Sindicatura (Junta Electoral) validadora y anunciadora de  los resultados hace imposible un requisito indispensable  y la validación deciden hacerla los propios convocantes. Esto en términos democráticos es cuando menos anacrónico.   
La respuesta del Gobierno del PP al ofrecimiento de dialogo de la Generalitat ha sido en clave gallega, contestando  con una pregunta para conseguir obtener varias cosas:
En primer lugar el Gobierno de Rajoy pretende recuperar la imagen internacional como gobierno dispuesto a utilizar recursos democráticos para solucionar un conflicto.
A continuación quiere obligar al Govern a dilucidar la licitud de  sus actos. Explicitar si son  legales, NO declaración de independencia con la humillación consiguiente, o bien que se manifieste abiertamente fuera de la ley y por lo tanto susceptible de ser represaliado.
La pregunta también va dirigida a la línea de flotación del frente independentista. El único nexo de unión entre ellos es el proceso soberanista, fuera de ese término nada une a la CUP con ERC o PDeCAt. La desafección de la CUP con sus eventuales compañeros de viaje  llevará a elecciones en Cataluña sin necesidad de aplicar el artículo 155 de la Constitución.
Por último pero no menos relevante de la intencionalidad de Rajoy es comprobar las reacciones de los núcleos duros de su partido y de determinados poderes en la sombra que abiertamente empiezan a asomar la patita por debajo de la puerta ¡la ultraderecha española reaparece cara al sol!
Entre los de la patita por debajo de la puerta encontramos a Pablo Casado personaje del PP al que nadie ha rectificado ni rebatido.  
Sus declaraciones sobre el destino del President Puigdemont comparándolo con el de Lluis Companys hablan por sí solas acerca de su ideología. Sus posteriores melifluas explicaciones no aclaran si prefiere para el actual President la prisión en campo de concentración o el fusilamiento.
Pero es que los Gobernadores Civiles en los que han derivado los Delegados de Gobierno se rigen por los mismos parámetros. Miran con descaro hacia otra parte (Normalmente a la parte más derecha de la calle) cuando sus amiguetes de toda la vida envueltos en trapos adornados con pajarracos apalean a participantes en expresiones de disidencia democrática o a políticos que estos cafres consideran impuros.
Son muchos los ejemplos; Barcelona, Valencia, Zaragoza. Ni una intervención policial tras los incidentes ni una detención tras las agresiones, ni una identificación tras los disturbios. Solo la presión mediática ha impulsado alguna leve reacción.
Ese y no otro es el escenario que nos ofrece el partido auto denominado defensor del paradigma de la democracia, el PP convida a violencia ultra en las calles y para los disidentes represión institucional.
El presidente de un partido imputado por fraude financiero para alcanzar la victoria electoral pretende darnos lecciones de comportamiento democrático dentro de la legalidad cuando su organización está judicialmente imputada por haber hecho trampas para saltarse la ley. Lo triste es que sigue siendo el Presidente del Gobierno de una España que por mor de su ineptitud cada vez está  más rota y deviene en  menos solidaria.

En este escenario necesitaríamos tener a alguien que propiciara un clima de respeto entre nosotros  para no tener que exhibir continuamente el pasaporte. Mucho nos tememos que ese alguien - en esta ocasión - tampoco va a ser la Corona.

domingo, 1 de octubre de 2017

El día después

Nunca entendió lo que estaba pasando en Cataluña. Su esperanza se basaba en una paralización del calendario y que nunca arribara el día señalado.  El pobre diablo veía lejísimos el 1 de Octubre de 2017 pero ese momento llegó sin que Rajoy se diera cuenta. Nada raro, nunca se ha enterado de mucho, ha ostentado la titularidad de varios ministerios dejando como recuerdo su retrato colgado de la pared, esa es toda su huella.
 Las recordadas intervenciones del “Señor de los hilillos”  compitiendo con el club de la comedia al utilizar expresiones sin sentido, no parece que puedan resultar méritos suficientes para alcanzar la Presidencia del Gobierno. A pesar de que el presidente tiene  entre sus defectos el barullo dialéctico, a Rajoy se le concedía moderación de comportamiento. Pero no, al final ha resultado ser un molesto incendiario.
A su legendaria vagancia paseada por los ministerios que ha ejercido,  ha unido la desproporción de comportamiento,  lo que le ha otorgado las más altas cotas de poder  alcanzando con ello las mayores cuotas de miseria.
Un  señor que se oculta tras los magistrados del Tribunal Constitucional para no dar la cara, no posee de capacidad intelectual para solucionar un problema de tamaña envergadura. Debido a esta incapacidad el Gobierno de España encargó  al Fiscal General - reprobado por el Congreso de los Diputados -  la tarea de hacer que  descarrilara la iniciativa nacionalista.  
El Gobierno del Partido Popular ha demostrado varias cosas durante el 1 de octubre y las intensas jornadas previas:
La primera de ellas es que el uso de la fuerza es potestad del poder. A mayor poder  más posibilidad de uso de la fuerza. Las imágenes que seguramente darán la vuelta al mundo serán las de unidades policiales reventado puertas y aporreando vecinos que pretendían meter un papel en una caja de plástico.
Había fórmulas más que suficientes para dar soluciones con la finalidad de arreglar un asunto que, se quiera o no, está encima de la mesa, pero el método elegido por Mariano fue la indolencia y su Gobierno optó por la inoperancia; ambas posturas fueron errores de bulto provocados por la soberbia.  Con estos antecedentes  el Gobierno español ha preferido la simpleza: la porra y las pelotas de goma. La prensa internacional y algunos políticos europeos habrán tomado buena nota acerca de la calidad democrática que padecemos los españoles.
La segunda reflexión es que a pesar de los inconvenientes y dificultades, una amplia representación de la población catalana ha decidido ejercer un derecho. No se ha permitido que fuera fácil y con garantías. Se ha jugado al ratón y al gato, acciones del Govern reacciones desde Moncloa. Efectivamente no ha habido un referéndum que se pueda considerar como tal. La falta de garantías del proceso hace que sea difícil calificarlo e interpretar sus resultados.
Ahora bien, es incuestionable que la derivas adoptadas por los gobiernos catalán y español son los principales responsables de la falta de legitimidad y garantías del proceso, de ello se han servido los unos y los otros para justificar su postura.
La tercera lectura que se puede hacer es verificar la nula decencia democrática que nos acompaña durante los últimos años, ya ni disimulan. La soberanía nacional ha dejado de residir en el pueblo español, si el Congreso de diputados reprueba al Fiscal General de Estado no pasa nada, igual que nada sucede si los reprobados son ministros u otros miembros del Gobierno.
Esa es la demostración de la utilidad del actual Congreso de diputados. Ítem más, cuando se producen votaciones de modificación de leyes que contrarían al Ejecutivo, éste bloquea las resoluciones alegando desfases presupuestarios ¿Legal? Parece que sí ¿Democrático? Pues me asaltan las dudas.
Tampoco ayuda a creer en el sistema la utilización perversa que el Gobierno de Rajoy  hace de los tribunales, Constitucional incluido.
La cuarta reflexión es la puerta que han dejado abierta para mayor gloria de los nacionalistas españolistas. Los nostálgicos dirán que se ha parado el golpe, ha vencido la legalidad o el Estado de Derecho ha ganado. El mensaje de ganadores y perdedores nos ha llevado hasta aquí ¿Dónde nos van a llevar a partir de ahora? ¿Cómo de negros serán los nubarrones venideros?
Casi todos tenemos respuestas a estas preguntas, sucede que nos causa pánico decirlas en voz alta. Sabemos cómo empiezan los conflictos, casi como una fiesta, lamentablemente la experiencia dice que el final  no tiene nada de festivo ¿Lo decimos en voz alta? Mejor guardamos silencio para no ser tachados de agoreros, pero Puigdemont, Junqueras y Forcadell harían bien estando intranquilos.
Miembros del Gobierno y otros portavoces  del PP que han analizado la jornada han señalado a los  tres como reos de todo el proceso, estas personas han sido marcadas para cargar con el saco de las culpas.
A la rancia derecha española la estrategia de confrontación  no le va a servir para siempre, promover el boicot a los productos catalanes, recoger firmas contra Cataluña, recurrir el Estatut ante el Constitucional, negarse a hablar de financiación o fiscalidad, ningunear las instituciones y menospreciar el idioma catalán, alguna vez dejará de dar réditos electorales en el resto del Estado. Lo que YA ha sucedido es que los catalanes han desconectado de España, la fractura  se ha producido, los agravios y desencuentros duraran más que Rajoy y Puigdemont.
A la penosa imagen dada por España, la comunidad internacional contrapone el éxito político del Govern. En el PP se lamentan los errores cometidos. Repetían que no habría referéndum, ni urnas, ni papeletas.  Pues bien ha habido votaciones con urnas y con papeletas.
La respuesta dada a los movimientos independentistas ha sido jueces y policías: represión y palos. A cambio de papeletas y urnas Rajoy ha contrapuesto porras y escudos.

Una vez escenificada la pugna no hay marcha atrás, se acabaron las llamadas al dialogo ¿Hablar con quién y de qué? ¿De rendición y victoria? ¿De bajas y heridos?