domingo, 13 de agosto de 2017

Turismo en entredicho

Desde hace unos meses se vienen utilizando los números de turistas que nos visitan para reforzar la teoría de la mejoría económica. El contrapunto a tanto optimismo lo materializan los precios alcanzados por los pisos de alquiler en las zonas turísticas. De esta forma tan sencilla nos damos de bruces con la cruda realidad: el incremento de precios de las viviendas es soportado por aquellos que necesitan residencia y no pueden pagarla con sus bajos salarios.
En Ibiza las negativas de personal laboral de las administraciones públicas a desplazarse a la isla ya están alcanzando niveles preocupantes.
Para paliar estas secuelas al personal sanitario  se le ha procurado habitación acondicionando un ala en un centro hospitalario. Naturalmente no deja de ser una medida provisional, las medidas definitivas están por llegar. Si llegan. 
Cuando la improvisación es la regla general uno de los inconvenientes que acarrea es la falta de normativa organizadora. El  sector turístico no iba a ser una excepción.
Prácticamente a diario tenemos noticias de las quejas que presentan los habitantes de Barcelona y otras ciudades ante la ocupación indiscriminada de pisos catalogados como turísticos.
La falta de regulación hace que los vecinos que tienen la fatalidad de vivir en las cercanías de estos lugares  padezcan molestias sin límite en su devenir diario.
Espectáculos denigrantes llevados a cabo en la vía pública a cualquier hora del día o noche, suciedad por doquier, orines, defecaciones y basura ilimitada invaden las zonas de algarada turística con el beneplácito silente de nuestras augustas autoridades: Central, Autonómica y Municipal ¡Al turista ni tocarlo!
Estos  responsables ni siquiera habían reparado en las molestias, el ruido nocturno no se oye desde  las mansiones en las que suelen veranear, la suciedad no mancha sus calles y  al día siguiente la ciudad está casi limpia con cargo a las arcas comunales. Todo va bien mientras vengan turistas que  aporten  - eso dicen - el 11% del PIB.
 Las quejas presentadas por los afectados han sido sistemáticamente ignoradas. Visto así se puede deducir que se han hecho oídos sordos a las aspiraciones del restante 89 % del PIB  sufridor del vandalismo de los visitantes.
Pero ¡hete aquí! que  todo tiene un límite y allí donde no hay orden él sólo se pone. Desde que se ha hecho notorio el descontento de una parte de la población con la situación que se vive no han dejado de aparecer voces que deploran el comportamiento de los disconformes. Turismo fobia llaman a los actos de protesta.
Estas voces criticonas no dijeron ni palabra durante mucho tiempo, es más, antes ni siquiera reconocían que había un problema. Ahora sí, ahora las reivindicaciones, pintadas de autobuses, colocación de pegatinas y actos similares las califican como actos cercanos al terrorismo por el impacto negativo que pueden causar entre nuestros masificados visitantes.
La sobresaturación de calles y plazas NO afecta a estos defensores del turismo a mansalva pues ellos viven en urbanizaciones privadas. Los yates les acercan a calitas donde disfrutan de aguas cristalinas sin agobios ni multitudes. No poder dormir no lo padecen porque en las inmediaciones de sus chalés no se celebran verbenas nocturnas ni tienen lugar peleas ni borracheras. Eso lo padece la gente de a pie que al día siguiente tienen que madrugar para ir a la fábrica o al hospital a atender los comas etílicos de los mismos que les impiden dormir.
Los detractores de las acciones llevadas a cabo por los asaltantes refuerzan su argumentación penalizadora en la ocupación laboral que proporciona el turismo. Sería deseable que también resaltaran la temporalidad pero sería aún más reseñable que se destacara la inaudita explotación a la que se ven sometidos los trabajadores del sector denominado motor de la paupérrima economía española.   
Jornadas interminables, salarios de miseria, tratos denigrantes a trabajadoras cuando no acoso en sus múltiples versiones.  Sin contar la ristra de ilegalidades que cometen afamados empresarios en la realización de la reverenciada actividad. Frecuentemente se descubre cómo se vulneran la legislación medioambiental, la fiscal, la laboral, la sanitaria, la de costas… las sucesivas denuncias pasan a ser tratadas como anécdotas de descontentos y peligrosos disidentes. Ese es el lamentable panorama turístico español que tan ardorosamente defiende el presidente Rajoy durante sus idílicas caminatas por el campo.
La verdad es que la vida de los afectados por la desmedida ocupación turística de las ciudades le aburre. El sobrecoste económico y  en salud que se tiene que soportar debido al turismo sin regulación, al señor registrador le importa un higo. Las condiciones laborales de las kellys, los camareros, los recepcionistas y demás trabajadores del sector le traen sin cuidado.

Rajoy en estado puro: todo lo que su mente no alcanza a entender es un “sin sentido”.

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