miércoles, 30 de noviembre de 2016

Post Morten

No importan los caminos que se recorren para llegar a un destino, lo único relevante es alcanzar el objetivo. Sin escrúpulos, sin ningún pudor. Una vez establecidos los fines, carecen de importancia las tretas y artimañas que se usan para llevarlos a cabo.
Con motivo del fallecimiento de la senadora Rita Barberá hemos asistido estos días a una buena dosis de maniqueísmo enfermizo, ha sido una sucesión de declaraciones en las que la  muerte de la finada ha perdido buena parte de protagonismo con la finalidad de dar paso  a la batalla política. Como todo vale, se están desempolvando los dardos envenenados para utilizarlos contra los rivales.
En esta ocasión no se les llama  ni bolivarianos ni castristas, ahora encuentran la ocasión de afear su conducta apelando a la muerte de una persona y utilizando el óbito como detergente para tratar de blanquear el comportamiento político de la senadora.
 Para adormecer las conciencias inventaron un sentido homenaje de las Cámaras del Congreso - Diputados y el Senado -  guardando un minuto de silencio en tributo a la figura de la fallecida. Puestos en pie se colocaron la máscara de compungidos y naturalmente afearon las discrepancias con el acto.  A los díscolos les  atribuyeron   conductas impropias de un cargo público y por supuesto las tildaron de  bajeza moral. Ahora ya lo sabemos ¡La muerte lo limpia todo!
Lamentablemente para los hipócritas existen las hemerotecas, las grabaciones de mensajes y discursos previos al fallecimiento. Se quejan sus compañeros de Partido de las circunstancias en las que ha perecido Doña Rita: abandonada por los suyos, fuera del partido, expulsada al Grupo Mixto del senado e imputada Judicialmente. Olvidan que la situación viene provocada por varios factores: el cerco judicial, las exigencias del partido de Albert Rivera, pero sobre todo por la corrupción sistémica que asola a los Populares.
De nada de esto tienen responsabilidad los discrepantes con las medidas de homenaje llevadas a cabo. Es más,  deberían los ínclitos descalificadores - Hernando, González Pons, Villalobos y ¡Cómo no! Aznar - analizar el proceder que tuvieron antes del deceso cuando abominaron de su compañera para complacer a Ciudadanos.
Alojada en un hotel de la capital cercano al Congreso disfrutaba de un alojamiento nada incómodo, el cual se podía permitir gracias al generoso salario que le pagábamos entre todos por dormitar plácidamente en su escaño las pocas veces que acudía. Para estar acompañada podría haberse quedado en Valencia rodeada de su familia. Si estaba en esos momentos en Madrid era por su  obligación de comparecer ante el Tribunal Supremo.
Acabamos de nombrar el motivo por el que la repudió el Partido Popular: la imputación de delitos. Es curiosa la sinfonía de reproches que están vertiendo los dirigentes del PP hacia los medios de comunicación y hacia otras formaciones políticas acusándoles de ser los causantes de la situación anímica y moral de la senadora, ya no recuerdan cuando la invitaban amablemente a abandonar la militancia para después reclamar la renuncia a su escaño.  Escaño que por otra parte no fue de elección sino de designación y quien la nombró para el puesto fue el Partido Popular. Ítem más, al producirse la disolución de las cámaras la blindaron situándola en la Comisión Permanente con la finalidad de mantener su aforamiento (o tal vez garantizar su silencio) ante la actuación de los tribunales.
Ahora no pierden oportunidad de loar a la fallecida, peregrinan de micrófono en micrófono soltando exabruptos condenatorios, metiendo en el saco a cualquiera que haya criticado la trayectoria política de la ex alcaldesa.
El portavoz del PP en el Congreso acusa una alarmante fragilidad de memoria, aunque si tenemos en cuenta su condición de voz autorizada para expresar el sentir de su grupo, deducimos que previamente han colegiado los comunicados con sus jefes y compañeros de formación. Ergo las palabras de Rafael Hernando denotaban el sentir colectivo.
El vocero del PP con ese rictus de estreñimiento permanente que le acompaña habla de la presunción de inocencia, de la cacería a la que Barberá fue sometida, de la bajeza moral  de aquellos que no se sumaron al homenaje de… habla cualquier cosa con tal de ocultar los verdaderos motivos que se esconden tras el actual panegírico.
Dicen las malas lenguas que Conde Pumpido ya había informado a la cúpula del PP del posible sobreseimiento de la causa por la que estaba siendo imputada por el Supremo. El fallecimiento de doña Rita deja sin sentido una probable sentencia absolutoria del Tribunal. Ahora los compañeros imputados en las mismas causas han perdido el paraguas que la jurisprudencia  podría aplicar en sus casos, ya no les queda otra alternativa que intentar armar la defensa con otros argumentos.
¿Qué argumentos serán? Pues variados como una buena macedonia y por supuesto  sin descartar que acudan a un testimonio incontestable: La culpa será de la ausente fallecida y a partir de esa declaración el “contrito estreñido”  nos obsequiará con otro giro pendular de su infame verborrea.

¿Y qué dice Ciudadanos? A la sazón verdadero artífice de la expulsión de Rita del grupo del PP en el Senado. Pues permanece callado y sumiso esperando acontecimientos.

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