lunes, 16 de mayo de 2016

Cinco años después

¡Cómo pasa el tiempo! Parece que fue ayer y ya han pasado cinco años desde la expresión de disconformidad con el estatus establecido que representó el 15M tomando las plazas y las calles. El mundo se quedó sorprendido ante la explosión de dignidad que atacó al pueblo español.
A lo largo de nuestra doliente historia nunca hemos sido ejemplo de sociedad beligerante con las injusticias, mansamente hemos asumido que el que manda, manda, aunque lo haga mal. Durante siglos hemos asistido como espectadores a los cambalaches que decidían nuestras vidas y siempre sin levantar la voz.
Cuando España era un Imperio los españoles eran unos famélicos andrajosos, analfabetos e incultos al servicio de los intereses de una familia de austriacos primero y de gabachos después. Mientras los paletos hispánicos morían de hambre, los acomplejados terratenientes ibéricos adulaban a sus dueños centroeuropeos y franceses  para comer del pesebre de la gloria.
Nunca hemos tenido dignidad, ni mucha ni poca, socialmente hemos sido irresponsables e inadaptados, lo que le pasaba al vecino era un problema del vecino, nosotros a lo nuestro…” dame pan y llámame tonto”. Nuestra resistencia solo se ha puesto de manifiesto ante el cambio de amo; debíamos pensar que… “vale más látigo conocido que látigo por conocer” y así nos ha ido. Somos capaces de tomar las calles para mostrar nuestra repulsa ante el descenso de categoría del club de futbol y nos quedamos inermes ante el cierre de una multinacional que provoca miles de despidos. Debe de ser la genética. Dejamos que los dictadores mueran en la cama y adoramos a su descendencia. Admitimos su testamento como mal menor pues somos incapaces de buscar un bien mayor.
Soportamos la ignominia de los poderosos porque carecemos de capacidad de repulsa.
Como decía, el 15M sorprendió al mundo civilizado por ser una actuación inesperada, el pensamiento generalizado era que exigir respeto estaba fuera de los parámetros de comportamiento del español medio.
La explosión pilló a todos tan desprevenidos que las reacciones fueron sorprendentes por inesperadas. Después del choque emocional  las oficinas de marketing encargadas de ponderar la imagen de sus patrocinados políticos aconsejaron dar un paso adelante, entonces empezaron a cuestionar el sistema político-económico que había llevado al conjunto social hasta el caos que se vivía y aún se vive. El 15 de mayo la presión de la población, al límite del hartazgo, obligó a  realizar afirmaciones apagafuegos:
-          Debemos refundar el capitalismo.
-          Los servicios sociales deben de ser protegidos.
-          Algo hemos hecho mal cuando hemos llegado a esta situación.
Son una muestra de algunas declaraciones de los Aguirre, Rajoy, Rato, Rubalcaba, Camps, Zapatero,… y tantos y tantos otros.
Las buenas intenciones acabaron pronto, rápidamente la culpa se repartió entre todos, habíamos vivido por encima de nuestra posibilidades, éramos unos derrochadores, vagos, improductivos e irresponsables que habíamos conducido al conjunto social a una catastrófica situación.  
Los protestones eran unos perro flautas anti sistema que lo que deberían hacer era someterse al dictamen de las urnas. Según los caciques los procedimientos legales otorgaban cauces y caminos para reivindicar los cambios que propugnaban. Todo desde la sacro santa Constitución.
Hoy, cinco años después, los marginales se han organizado e intentan tomar el poder para eliminar el hedor que de él emana, se han institucionalizado y admitido las normas que les han dictado, han asumido la vía legal para dar un vuelco a la situación.
En los inicios fueron considerados una extravagante anécdota sin gran recorrido. Las elecciones al Parlamento Europeo fueron la primera señal que debería haber alertado a los instaurados. Las Autonómicas y la toma de  municipios relevantes hicieron saltar las alarmas. Los resultados de las Elecciones  Generales del 20 de diciembre plasmaron la cruda realidad: España está harta.
La prorroga que disfruta el “Señor de los Hilillos” además de injusta e improductiva ha sido innecesaria. Estamos en el punto de salida. Se avecina una cita electoral de vital importancia, capaz de producir un vuelco radical al panorama político.
El PSOE puede verse obligado a firmar el finiquito ante el ERE electoral al que va a ser sometido, el PP va a ser empujado a convertirse en un partido moderno alejado de la curia eclesiástica y la banca atosigadora y los emergentes están forzados a dar respuesta a los problemas sociales más allá de una curiosa exposición de intenciones.
El 26 de junio se debería llegar al final del partido, aunque si antes de depositar el voto vuelve a haber millones de compatriotas que para disimular el mal olor se ponen en la nariz gotitas de azahar, quizás continúe el empate y prorroguemos la permanencia de un inútil al frente de un Gobierno disfuncional.

Mariano Rajoy dice que el PP es la única opción seria, a millones de votantes cada vez que le oyen decirlo les da un ataque de risa.

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