domingo, 6 de marzo de 2016

Necesitamos cambiar

El pasado miércoles 2 de marzo tuvo lugar una concentración de mujeres a la puerta de la Delegación del Gobierno en Aragón cuya finalidad era mostrar su apoyo a asociaciones y plataformas cívicas que iban a presentar un escrito solicitando el cese del Delegado.
La concentración reunió aproximadamente a 20 personas, mayoritariamente mujeres, mujeres involucradas en la lucha social,   implicadas en la idea del reconocimiento de la igualdad REAL de derechos de los seres humanos, dejemos de seleccionar en función de los atributos sexuales.
Sucede que para alcanzar el reconocimiento es imprescindible desterrar de la comunidad determinados comportamientos. Por ese único motivo y no por otro es necesario el activismo de las mujeres en defensa de sus derechos.
Para protegerse de tan “peligrosa” presencia humana se llevó a cabo un despliegue  policial tan desmesurado que recordaba las protestas ante el mismo edificio cuando era sede del Gobierno Civil.
La corrupción política tiene muchas caras y no todas van relacionadas con meter la mano en la caja. Hacer un uso torticero de los medios públicos, conculcar y desproteger los derechos ciudadanos, utilizar los servicios de todos para el bienestar de unos pocos son otras caras que se parecen mucho a las corruptelas.
Tras la reprobación aprobada en el pleno del Ayuntamiento de Zaragoza la reacción de Gustavo Alcalde ha sido la esperada en personajes de su ideario; para él son considerados peligrosos radicales aquellos que desaprueban su gestión y como tales se ceban en su buenísima persona.
Mención aparte merecen los seguidores del interfecto, estos se olvidan de las víctimas o las culpabilizan por no saber elegir adecuadamente sus compañías. Cargan sobre los hombros de las agredidas la responsabilidad de sus muertes. Aplican la misma cantinela que el nefasto servidor público arguyendo tonterías encadenadas cuando - ¡hasta el Ministro del Interior en funciones! - ha admitido errores en el caso del asesinato de Soraya.  Ellos no, ellos se mantienen impasibles y hacen aparecer a la asesinada culpable de su propio óbito.
Los defensores  atribuyen al pobre Delegado la mejor voluntad, quizás sea cierto y tenga buena voluntad, lo que es seguro es que carece de preparación y diligencia para desempañar el puesto que le han regalado. Hace falta ser algo más que bueno y pío para ocupar cargos de responsabilidad.
No es necesario traer a colación algo  tan grave como un caso de asesinato, cotidianamente se suceden agresiones en nuestro singular país. Individuos catalogados de conducta intachable agreden a diario a mujeres, sin distinción de edad ni condición social. Hombres cuya falta de escrúpulos les induce a pensar en las mujeres como si fueran un objeto para su alivio, acusándolas  de provocadoras y merecedoras de la agresión por llevar minifalda o pantalones ceñidos.
Estos hechos aberrantes son los que animan a otros descerebrados a pensar que la mujer es un ser creado para su gusto y disfrute. Ítem más  cuando al salir a la luz surgen voces atribuyendo a la conducta de las victimas las causas que originan las agresiones.
A los agresores y a los que eximen de responsabilidad a las autoridades les importa un pepino la voluntad de la violentada, encuentran infinidad de excusas para justificar tan deleznable comportamiento, ellos van a lo suyo: a tratar a las mujeres como animales de compañía sin otra finalidad en el mundo que agradar al macho dominante y a estar  disponibles para satisfacer sus deseos.
¿Tiene arreglo este problema desde las leyes? Hasta ahora los hechos dicen que no. Progresamos muy lentamente, conocemos el número de mujeres asesinadas, sin embargo desconocemos la cifra de asaltadas sexualmente porque en pocas ocasiones se denuncia. No obstante la sola denuncia y el posterior castigo del agresor no resultan ser medidas suficientes para solucionar el problema.
O se toma conciencia firme de imponer tajantemente la obligación de trato igualitario,  utilizando en este cometido todos los mecanismos sociales, o tenemos poco que rascar.
O de una vez por todas se inicia un proceso de reconocimiento de los derechos de las mujeres, en igualdad, sin discriminación, atendiendo únicamente a los derechos de los seres humanos que están plenamente establecidos en el ordenamiento jurídico,  o seguiremos sin avanzar.
El tema es tan manido, tan sobado, qué produce urticaria. Por otra parte ¿Qué se puede esperar de un país que consagra la hegemonía del machito sobre la niña en la jefatura del Estado? Ahí tenemos admitida, por ley sucesoria, la madre de todas las discriminaciones.

Si de por sí ya es un anacronismo que exista una familia destinada a ser la máxima autoridad, que en esa misma familia se siga consagrando la mayor capacidad del hombre porque lleva de origen un atributo carnal entre las piernas, además de ser escasamente constitucional es una absoluta vergüenza degradante para las mujeres. 

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