lunes, 9 de febrero de 2015

Cosas de Esperanza

Si alguien tenía problemas de tránsito intestinal, la intervención de la “Sexagenaria escapista” en el programa “Salvados” de Jordi Évole del domingo 8 de febrero, le ha tenido que servir de adecuado laxante. ¡No se pueden decir más memeces en menos tiempo!
La protagonista de la comedia “Abuela a la Fuga” ha hecho tal ejercicio de desfachatez, que uno se pregunta: ¿Es la entrevista a una de las políticas capitostes del panorama patrio, o por el contrario es un revival   de “Barrio Sésamo”?
La contestación correcta es la segunda.
Pareciéndonos desafortunado el comportamiento de Monedero, no podemos pasar por alto las declaraciones de los técnicos de la Inspección Tributaria, en las que han repetido hasta la saciedad que con la declaración complementaria, que voluntariamente ha hecho, está regularizada su situación fiscal y no existen indicios de delito. Pretender incluirle en la categoría de defraudador sin más datos es, cuando menos, una temeridad.
Ni siquiera ha tenido que acogerse a la amnistía fiscal parida por el “casi” ministro Montoro. Digo casi, porque me niego a reconocer la autoridad ministerial a un personaje que utiliza los instrumentos del Estado para “acojonar” a sus adversarios políticos y a sus detractores. Cuando aprenda que eso no se hace, quizás alcance la categoría de ministrable.
Pues bien; Monedero yerra al realizar y facturar trabajos que pueden ser cuestionados por la autoridad universitaria, pero todavía no han sido puestos en entredicho  por la Agencia Tributaria. Debe tener un mejor comportamiento que las personas que critica. La dedicación a la política necesita como paso previo una conducta intachable en la desempeño ciudadano. Si no es así, estará expuesto a las mismas críticas con las que desautoriza a sus adversarios.
Ha conseguido dar a sus rivales un arma de enorme calado que ya es un pensamiento subyacente en la sociedad y un soniquete utilizado para exculpar a los del bando que el ciudadano siente como propio: “Todos los políticos son iguales”.
Dicho esto y sin caer en el tópico de usar el consabido ¿Y tú qué? Nos encontramos que la señora condesa hace un alarde de amnesia y no reconoce entre sus acólitos a ninguno de los múltiples imputados por los innumerables casos de indecencia política que abruman a este dolido país. Ni siquiera recuerda que su llegada a la presidencia de la Comunidad Autónoma de Madrid estuvo precedida de un espeluznante caso de compra de los votos y voluntades de dos miserables tránsfugas del partido socialista madrileño. La desmemoria senil selectiva es cosa de la edad.
Con ese punto de partida ¿Qué nos cuenta ahora?
Experta – según su currículo y actividad pos dimisión – en la captación y selección de talentos para la dirección, sus errores son tan evidentes que repetirlos produce sobresaturación. Solo como ejemplo: López Viejo, Lesmes, Granados, los alcaldes que nombra pero no conoce, Lamela, su Delfín González… para que continuar. Todos implicados en escándalos de mamoneo político. En unos casos imputados, en otros en prisión y en los demás exculpados por unos tribunales que tendríamos para varios libros si se nos ocurriera hablar de su independencia. Ella misma es la prueba del comportamiento de los tribunales: Es uno de los pocos casos en la historia que la palabra del denunciado tiene más valor que la palabra de los agentes de la autoridad “Pa mear y no echar gota”.
Esa paisana, otorgadora de privilegios, subvenciones a amiguetes, canonjías, y mamoneos varios se nos presenta como el adalid de la decencia y nos quiere vender la burra de la dignidad.
Más bobos seremos si se la compramos. Nos quedaremos sin burra y como siempre tirando del carro. Ella y sus compinches brindarán con champan mientras se forran con el sudor ajeno y se duchan con las lagrimas de los demás.


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