domingo, 14 de diciembre de 2014

La caída del caballo

Saulo requería a su caballo un esfuerzo cada vez  mayor para llegar a tiempo de recaudar los impuestos que la pobre gente de Damasco tenía que pagar a los amos del acalorado jinete. Tanta era la exigencia que el equino, desfallecido,  sufrió un inusitado accidente que provocó  la caída del recaudador.
Es probado que son malas y traicioneras esas inopinadas tomas de tierra, tanto que cuando Saulo se despertó del golpe, vio como una doncella era poseída por un ave y de la coyunda nacía un ser que años después caminaría sobre las aguas y aportaría a los bodegueros la primera idea para aumentar sus beneficios convirtiendo el agua en vino con el simple método de añadir un cuartillo de agua por cada litro de vino.
Algo parecido debió de sucederle al pio Jorge Fernández en su camino a las Vegas, tal vez no fuera una caída de caballo, pero lo que sí es seguro es que se golpeó con fuerza la cabeza y en su despertar las alucinaciones le persiguen como sombras del pasado.
El primer acontecimiento extraordinario al que ha asistido el beato ha sido verse investido con la dignidad ministerial. Eso sí que es un milagro.
Para afirmar su ministerio y de paso hacerse invulnerable, nos ha obsequiado con la ley mordaza. Impedir que la critica le toque es una de las formulas más antiguas que se ha inventado para permanecer eternamente en el puesto. Sus guías espirituales y sus ancestros nacional-católicos son expertos en la materia. Dominar y tener adeptos entre las voces de opinión, Inda y Marhuenda mediante, hacen el resto para controlar al rebaño pastoral. La disidencia apaleada es disidencia controlada.
¿Y Rajoy?, pues de oyente. Al impulsor de la austeridad y control de gasto público no le preocupa lo más mínimo que uno de sus íntimos colaboradores  haga un uso espurio de los bienes y servicios del Estado.
La Audiencia Nacional ha emitido una sentencia por la cual afea a la abogacía del estado su estratagema para dilatar la celebración de la vista que juzgue la concesión de medallicas a vírgenes y demás personajes de ficción.
Esto no es gratis, los abogados del estado cobran religiosamente, nunca mejor dicho, sus salarios y emolumentos. Salarios  tirados a la basura porque el ministro beato se implica en acciones para calmar su conciencia y ganar su trocito de paraíso.
Parece que nuestros políticos pueden utilizar los servicios del estado a su libre antojo y con total discrecionalidad, como nada les cuesta se embarcan en operaciones de marketing y lujo que pagamos entre todos.
Que un miembro del gobierno cometa una patochada, obligando a la abogacía del estado a defender acciones indefendibles, representa un derroche de dinero del erario público gastado en argumentar como una señora, sin detener a ningún delincuente, merece un reconocimiento de los organismos del estado por la ocurrencia de un buen señor que quiere universalizar sus creencias en lugar de cumplir con sus obligaciones. Aunque no se haya dado cuenta sus  compromisos son muchos e importantes.
¿Cómo calificar este comportamiento? ¿Derroche? ¿Malversación? ¿Corrupción? ¿Despilfarro? ¿Dilapidación?
Que la sala de la Audiencia Nacional tenga que reunirse para dilucidar la idoneidad del comportamiento del titular de Interior es otra acción que tampoco es gratuita.
Este individuo, con este historial, se envalentona y como solución a una ilegalidad manifiesta -como las devoluciones en caliente- ofrece enviar a los inmigrantes ilegales a los domicilios de todos aquellos que consideran que las leyes deben cumplirse. Sí quiere una dirección que se apunte la de la comisión de derechos humanos de la ONU, o la de la comisión de Bruselas, o la de su venerado Vaticano. Todos estos organismos consideran perversas y fuera de ley las devoluciones en caliente. Si es tan chulo que no busque mas, en google encontrará las direcciones de las autoridades que discrepan con sus actuaciones.
No nos consta que la virgen del Santísimo Amor sea contraria a las devoluciones en caliente, pero si así fuera Jorge Fernández Díaz  tiene complicado conocer su dirección.


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