viernes, 25 de abril de 2014

El clero y el dedo


Atrás ha quedado el escalofrío de fervor religioso que ha recorrido el país en la pasada Semana Santa.
Afortunadamente la oferta de canales televisivos, nos ha liberado, por fin, de tener que padecer una y otra vez la emisión de Quo Vadis, o los Diez Mandamientos. Dentro de un orden, y sin que la calidad de la oferta sea para tirar cohetes, podemos dedicar nuestro tiempo televisivo a espacios y programas que nos reporten diversión, información, o simplemente entretenimiento.
Se podría hablar de normalidad, si no fuera porque continuamente chocamos contra la misma roca. Y lo digo, y aclaro una vez más, sin la menor intención de inmiscuirme en la vida íntima y religiosa de las personas, en sus legítimas creencias, y convicciones.  De igual forma, opino que sería altamente gratificante que ningún credo religioso gozara del favor y servilismo de los estamentos y poderes públicos.
En la noche del viernes se emitió por La 2 de TVE un acto religioso, oficiado por el Cardenal Rouco Varela. Nada extraño si tenemos en cuenta que con carácter semanal se emite, desde las cadenas del Ente Público, un programa religioso de una confesionalidad determinada: La Católica.
Ignoro, y lo reconozco humildemente, si el mencionado espacio está encuadrado en acto publicitario, o promoción de marca. No había ningún indicativo de que el programa fuera un anuncio, ni aviso previo de… ´´Ahora unos minutos de publicidad´´.
Recordemos, por otra parte, que en las cadenas del Ente Público, no se pueden emitir anuncios publicitarios, que no sean de sponsors  de programas, o de los propios programas.
Tampoco parece que tenga mucho sentido emitir en horas de máxima audiencia, un programa cuyo share no será excesivamente competitivo.
No sería de extrañar, que TVE hubiera comprado el espacio a la productora de la Iglesia Católica española, y hubiera pagado por su emisión como si se tratara de un Barca – Real Madrid.
Si así fuera, los responsables comerciales de TVE deberían haber buscado patrocinadores que hicieran, a través de la publicidad, que la inversión fuera rentable.
Durante la emisión del programa nunca hay una referencia a ´´ El programa que estamos viendo, se emite por gentileza de …(pongan la marca comercial que crean oportuna)´´
La explicación más razonable, y por otra parte la más probable, es que fuera una emisión del más puro y duro adoctrinamiento eclesiástico. Eso sí, escondido ese adoctrinamiento con la calificación de evento de interés socio cultural. En esa calificación cabe casi todo lo que se quiera poner.
Mientras Monseñor desgranaba sus letanías, no dejaba de preguntarme la razón por la cual un estamento del uso público, y con una finalidad marcada claramente en los estatutos de RTVE, ofrecía en directo un programa de esa índole. Esta bastante clara la tendencia religiosa del acto, ¿no?
Y nuevamente volvemos a encontrarnos, con un hecho repetido: Los poderes públicos pasándose por el arco de sus caprichos el mandato constitucional. Esta vez en un ámbito pequeñito y que, en esta ocasión, prácticamente pasa desapercibido.
Como contrapartida, alguna mente privilegiada de las excelsas figuras políticas que sufrimos, propondrá como solución televisar actos de otras confesiones para compensar. Y entonces en lugar de un espectáculo religioso, tendremos catorce, o más.
¡Que no!, que eso es multiconfesionalidad, y la Constitución ordena ACONFESIONALIDAD.
Hemos podido ver también a munícipes en piadosa procesión, con todos los atributos distintivos de su cargo, o sea, como representantes públicos y no como individuos de determinada creencia.
El ente público ha dado extensa cobertura informativa a esos eventos, y hemos comprobado que existen comportamientos para todos los gustos. Algunos no captados por las cámaras televisivas, pero si por los indiscretos móviles con los que fotografiamos los acontecimientos relevantes.
 Desde que José María Aznar dio el banderazo de salida para la moda de enseñar un dedo a los ciudadanos, el gesto se repite con inusitada frecuencia, y siempre por personajes que tienen la soberbia como respuesta.
Recordamos muy bien el dedo de Bárcenas, dedicado al público y periodistas que esperaban sus explicaciones tras el viaje a esquiar.
Parecida mímica, la del dedo corazón señalando al cielo, fue repetida en la procesión a la que acudió el edil Azcón, y desconocemos que quería decir con el gesto.
Dudamos si iba dirigido a unos ciudadanos hartos de la participación de las instituciones en actos religiosos, vamos a pensar que no, que su exquisita educación de colegio de pago, le impide expresar de forma tan soez la opinión que le merece la ciudadanía soberana  que le soporta.
Seguramente, como buen estudiante y diligente político, desde las filas de los espectadores oyó una voz que preguntaba a la corporación municipal: ¿Quien se mofa de la Constitución? Y Azcón, como decimos, persona diligente, levanto el dedo en señal de respuesta.

Si mi pobre educación de enseñanza pública no me lo impidiera, si los profesores del instituto en el que estudie no hubieran insistido tanto en los buenos modales, le diría en que orificio de su carismático cuerpo se puede meter su noble dedo. 

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